De todas las celebraciones que nos inventamos como pretexto burdo para romper la rutina y el presupuesto, la que me parece màs absurda es la del "Dìa de las Madres".
Se dice que "una madre lo es todo, pero no todo lo que una madre puede ser"...
Para empezar, los hijos no piden nacer, y mucho menos pueden elegir dònde y cuàndo, lo cual los arrastrarà a una serie de estigmas y desventuras por los cuales tendràn que transitar.
Las mamàs no somos àngeles carnales, ni hadas màgicas que tornen la vida de ellos feliz y sana.
Ojalà tuvièramos poderes para trazarles un destino lleno de promesas cumplidas, amores correspondidos, ilusiones cristalizadas, pero no es asì...
Somos humanas con todo un arsenal de amenazas que emitimos en cuanto nos vemos violentadas por su rebeldìa y deseo de ser diferentes. Cuando son pequeños, renegamos hasta en arameo si nos despiertan por la noche, y en cuanto crecen, nos transformamos en fieras cuando regresan varias horas màs tarde de lo pactado, sin pena ni mortificaciòn.
Les compràbamos ropa que nos encantaba verles puesta, aunque se sintieran como lelos con ella. La competencia por vestirlos como niños de la realeza era feroz!
Sè que todos recordamos con horror alguna indumentaria en especial, con la que nos vestìan de gala para ir de visita y que debìamos cuidar de cualquier mancha ò desperfecto.
La paliza que recibiò cierto niño por haber manchado el pantalòn de vestir con chapopote y una tunda que recibiò otra niña, tras haber comido chocolates con los guantes blancos que su propia mamà la obligò a usar, son ejemplos simples de la obsesiòn que raya en la locura para proyectarnos en ellos. Ambos casos me constan!
Sin embargo, dadas las experiencias traumàticas, se esperaba que fueramos pacientes y les permitièramos elegir su vestuario, pero la realidad es que algunas tenìamos la manìa de vestirlos iguales y otras los traìan como indigentes, de acuerdo a mi criterio.
"No te despeines, no te ensucies, no hagas ruido!", eran algùnas òrdenes con las que los alineàba por la derecha. "Làvate los dientes, abrìgate, no andes descalzo, calla y come, bàñate, apaga la tele, yà duèrmete...!" Uuuuf!
Esas manìas no desaparecen conforme pasan los años, sòlo se transforman!
Dicen por ahì que "cuando los hijos se nos parecen, nos brindan la primera gran satisfacciòn".
Sin embargo, cuando dominan los genes de la familia polìtica, ò no son tan bellos como la mamà deseaba secretamente, el instinto materno se opaca y el rechazo es evidente, por màs que traten de disimularlo. Su ego malherido no permite la pertenencia.
En esos casos nada serà suficiente para lograr la aceptaciòn de la mamà, y uno crece con la sensaciòn de ser quien dibujò ese gesto de frustraciòn al no ser como ella tanto querìa. Serìa màs fàcil digerirlo si no usaran la maternidad como arma, hacièndo alarde de todas las virtudes que no les heredamos ni apreciamos, segùn su juicio.
Las mamàs somos expertas del disimulo; podemos usar mùltiples disfraces para ocultar el desengaño en el caso que el hijo no fuera el primero de su clase, y para colmo, el que recibiò el diploma era el màs desatendido por su madre.
Cada una con necesidades no resueltas, los llenamos de confusiòn. Compensando nuestras propias carencias infantiles, les demandamos triunfos ajenos a sus deseos.
Yo querìa que los mìos siempre fueran los protagonistas! Fueron el abanderado en la escolta; el maestro de ceremonias; el "Jesùs" de la pastorela; el actor principal de la obra musical de fin de año; el lìder guìa de la excursiòn; el campeòn de Matemàticas; el que hablaba mejor Inglès desde el Kinder; el màs inteligente, el màs guapo, el màs fuerte, el màs simpàtico; que horror! Cuànta presiòn sobre los vàstagos !
Los niños captan las emociones antes que las palabras, y si no cumplen las expectativas de la neurosis materna, atràs de aquella sonrisa, presienten que hay desencanto sin lugar a dudas...
He visto señoras que no arrullan a sus bebès por no arrugarse el vestido. Para eso està la nana.
Sè de quien prefiere contratar a una muchacha para que le cuide al hijo en lo que ella se và a trabajar como voluntaria a la guarderìa donde cuidan al hijo de la muchacha.
Y con todo y eso, nos deben celebrar, como heroìnas, màrtires ò seres envueltos en santidad! Gastar fortunas en regalos que serviràn para competir con otras mamàs por el tìtulo de la "mejor", cuando la verdad debìamos festejar nosotras a los hijos por haber llegado a nuestra vida como el medio para perpetuarnos, permitièndo con su increìble flexibilidad y poder de adaptaciòn, que aprendamos sobre la marcha, el arte de ser mamà!
Y la recompensa es simple...Un dìa ellos tendràn a sus pequeños en brazos, que vendràn a darles iguales penas que glorias, asì como ellos a nosotras.
Tal vez, asì nos entenderàn, y los veremos hacer eso que tanto nos criticaron; regañaràn como los regañàbamos; castigaràn con las mismas penitencias que sufrieron, lo cual me parece un precio justo, porque desgraciadamente la ley de la vida es implacable y nunca escarmentamos en cabeza ajena...
Madre, sòlo hay una...por fortuna!
Samantha
viernes, 8 de mayo de 2009
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